El peso de lo inmediato en nuestras decisiones.

Imaginémos que tenemos una excelente relación con una persona. A lo largo de muchos años y muchas vivencias compartidas, nos hemos formado una idea muy completa de ella. Una idea muy avalada por el tiempo y la experiencia. Pero a la hora de una discusión, de un malentendido (o no, una discrepancia plenamente asumible por la amistad), solemos actuar más en función de la situación, el momento, el instante... que por una visión ponderada e integrada.

Pero esto no pasa sólo en el campo de las relaciones interpersonales.

Casi lo mismo sucede con la respuesta a una "incidencia" o "eventualidad": siempre tendemos a responder a ésta antes que a un "estado de las cosas" o "diagnóstico" o "visión general de las cosas".

Otro tanto pasa con la actitud del "especialista". Cada uno de ellos tiende a responder, ante cualquier circunstancia afecta a su campo laboral, con la exigencia de que el mundo asuma las cosas desde su punto de vista. Como si su "especialización" le garantizase una visión global y objetiva de la situación analizada. Así, un abogado tenderá a ver sólo los aspectos legales del problema. Un financiero, la perspectiva económica. Un semiólogo sólo verá el proceso comunicacional implicado.

Desde luego, igual ocurre con el área pasional. Nuestras filiaciones, nacionalidades, simpatías políticas, hobbies, militancias y dogmatismos nos hacen juzgar diversos hechos y situaciones desde una perspectiva absolutamente parcial, por muy correcta que pueda ser.

¿Cómo superar todas estas parcialidades? En la medida de lo posible, procurando conservar una visión lo más global posible de la situación. Sin que ello sea obstáculo para hacer "zoom in" hasta el nivel de especialización más conveniente. El juicio sobre lo más conveniente siempre debería ser desde una perspectiva bastante amplia y comprensiva.

En términos pasionales, la "parcialidad" más difícilmente evitable es la temporal. Es tan difícil no responder a la circunstancia, a lo inmediato.