
Me siento doblemente complacido al recomendarte este libro. Para empezar, porque "El disfraz de los sueños" es francamente bueno. Y por otro lado, porque su autora, Gladys Ruiz de Azúa Aracama es amiga, colega, compañera de estudios de la Universidad Católica y mujer de mi compañero de clases Reyes Álamo.
Ya conocía algunas cosas de Gladys. Había leído muchos de sus cuentos, ganadores de premios en España. Pero ésta es su primera novela y confieso que sentía gran curiosidad por observar la forma en la que hacía la transición entre el cuento y la novela. Porque resulta más o menos obvio que la novela no es un cuento hipertrofiado, ¿verdad? De hecho, son dos géneros absolutamente distintos. Respiran de otra forma.
"El disfraz de los sueños" ES una novela, pero, de alguna forma, demuestra la capacidad de convivencia, de coexistencia pacífica entre ambos géneros. Es una novela, para empezar, porque responde más que satisfactoriamente a todas las convenciones del género (sin caer por ello en convencionalismo alguno, aleluya). Tiene comienzo, nudo y desenlace. Tiene una sólida estructura central, una armazón, una historia-eje que excede todas las historias articuladas en su torno. Se toma el tiempo necesario para describir el entorno político y social, el paisaje, la ambientación, los personajes (disfrutarás con sus descripciones del "melting pot" caraqueño, los días de lluvia en la ciudad, la epidemia de fiebre española, las mil y una supersticiones del país...). Todo esto excede ampliamente los más o menos frágiles límites de una mera yuxtaposición de cuentos.
Dicho esto y sin embargo, la propia historia pide y ofrece una gran cantidad de historias más o menos independientes, vinculados sólo circunstancialmente a la trama principal. La abundancia de narraciones secundarias, la eclosión de anécdotas, de ramificaciones, de meandros narrativos, es consustancial con la historia central. Ésta, probablemente, no sería tal sin el soporte de un complejo entramado de líneas argumentales.
Y lo mejor del caso es que lo hace sin sacrificar sus principales virtudes a la hora de escribir sus cuentos. Se regodea mucho en la forma, en el lenguaje, después de haber concebido una historia extremadamente imaginativa. O lo que es lo mismo: somete a una estricta disciplina linguística lo que de otra forma sería un vuelo imaginativo más o menos delirante. Así, teje-labra-diseña-borda filigranas narrativas al servicio de una historia atractiva e interesante.
Enhorabuena, Gladys.
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